Gran parte de los problemas matrimoniales son porque no se respeta el orden que Dios dió a cada uno
Dios ha diseñado el matrimonio, sólo él puede enseñarnos acerca de cómo debe funcionar.
El marido tiene un papel y la mujer tiene otro, de acuerdo a la configuración física, psicológica y espiritual de cada uno. El perfil de uno y otro depende del diseño de Dios.
«Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer»
(1ª Corintios 11:3)
Esta posición no significa que la mujer sea inferior al varón, sino que se diseñó para la protección de la mujer y para la armonía en el hogar. Dios no honra a quienes se aferran a sus supuestos «derechos», sino a aquellos que eligen libremente obedecerle.
La esposa fue creada para que fuera la ayuda idónea para su marido.
La sumisión de la mujer no ha de ser una práctica forzada e hipócrita, sino el fruto de una disposición del corazón que, en temor, busca agradar al Señor.
La ruptura del orden de Dios al interior de la familia se produce muchas veces porque la mujer, sea por sí misma o por mutuo acuerdo con el varón, toma el lugar del marido como ‘cabeza’. Esto trae confusión.
Consecuencias inmediatas en el hogar de esto: Rencillas.
Las rencillas son consecuencia del orgullo herido.
«Gotera continua en tiempo de lluvia y la mujer rencillosa, son semejantes; pretender contenerla es como refrenar el viento, o sujetar el aceite con la mano derecha»
(Prov. 27:15-16).
Restablece el orden de Dios
Cree, a la luz de la Palabra de Dios, que el hombre no fue creado para la mujer, sino la mujer para el hombre.
Acepta que el marido que tienes no lo escogiste tú, sino que te lo ha dado Dios.
Dios no se ha equivocado al darte el marido que tienes